Dentro de nada empezamos el curso académico y con ello la preocupación de los padres respecto al acoso escolar, y no es para menos. Con este pequeño post, pretendo hacernos responsables, como padres, de la parte que nos toca y de la importancia que tiene.
A primera vista, la vida familiar actual es igual que en el pasado: hemos conservado la forma de los rituales. Hay cenas, viajes escolares, reuniones familiares... Pero si analizamos el papel de la tecnología dentro de nuestras familias, veremos que juega un papel bastante complicado.
Durante la cena y en el parque, padres e hijos encienden sus tablets y móviles. Las conversaciones que solían producirse cara a cara ahora se mantienen en línea. Las familias me dicen en consulta que les gusta discutir mediante mensajes de texto, porque eso les ayuda a ser más precisos en lo que quieren decir, les da mayor autocontrol, no se gritan y pueden pensar más pausadamente en lo que quieren decir.
En las familias, la progresiva ausencia de conversaciones se suma a una crisis de educación. Las conversaciones familiares son útiles porque cumplen varias funciones:
- Para empezar, enseñan a los niños cosas sobre si mismos y también como comportarse en sociedad
- Aprenden a imaginar otra mente, empatizar, disfrutar de los gestos, del humor y de la ironía del medio
- Desarrollan la capacidad para aprender estas sutilezas humanas, pero ese desarrollo dependen del entorno del niño
- Son las conversaciones en familia las que enseñan a los niños que sentirse escuchado y comprendido es agradable y reconfortante
Es en las conversaciones familiares donde los niños tienen mayores oportunidades de aprender, que lo que otras personas dicen (y cómo lo dicen) es clave para saber comos se sienten. Y que eso, es importante. Así pues, las conversaciones en el seno de la familia son el campo de entrenamiento de la empatía. Cuando un adulto pregunta a un niño como se siente porque está molesto o triste, el adulto puede explicarle con claridad que la ira y la frustración son emociones aceptables, que forman parte de ser una persona. Los sentimientos amargos no tienen porque esconderse o negarse. Lo que importa es lo que se hace con ellos.
No hay mejor manera de desincentivar el bullying que dotar a los niños de la capacidad de ponerse en el lugar del otro y reflexionar sobre el impacto de sus acciones.
Cuando dispones de un espacio protegido, como es el de la familia, no necesitas vigilar todas las palabras que pronuncias, como sucede cuando usamos las redes sociales. Pero hoy en día buena parte de lo que oigo hablar a padres e hijos, es sobre que desean decirse las cosas "adecuadas" unos a otros. Para ofrecer a los niños estos dones, que puedan ser ellos mismos, que no tengan que "agradar" o "decir" lo que "se tiene que decir", los adultos deben estar presentes, guardar el teléfono, mirar a sus hijos y escucharlos. Y después, repetir desde el principio.
En las conversaciones familiares, la mayor parte de los beneficios se producen a medida que los niños descubren que están en el lugar seguro al que pueden volver mañana, y también al día siguiente, y al otro. Cuando los medios digitales nos animan a editarnos a nosotros mismos hasta conseguir decir las cosas "bien", es muy posible que perdamos de vista algo muy importante: las relaciones no se fortalecen porque digamos algo en concreto, sino porque estamos lo bastante implicados en ellas como para presentarnos y mantener otra conversación. En las conversaciones familiares, los niños aprenden que lo más importante no es compartir información, sino nutrir la propia relación.
Es difícil mantener estas relaciones si estás volcado en tu teléfono.