El senador John McCain se sentía inquieto en una sesión del Senado sobre Siria. Así que se puso a jugar al póquer con el móvil para combatir la sensación. Cuando una imagen de esa partida llego a la prensa, McCain hizo un chiste en Twitter sobre el hecho de que lo habían pillado: "¡Escándalo! ¡Pillado jugando con el iPhone en una sesión de tres horas y media del Senado!. Lo peor de todo es que perdí"
Si hasta los senadores se sienten cómodos diciendo que ir "a otra parte" es normal durante una sesión sobre la crisis de Siria, es muy difícil esperar que alguien te preste toda su atención en cualquier situación, y desde luego mucho menos, en una clase o reunión.
Además, tenemos que reconsiderar el valor que atribuimos a las "partes aburridas" de las que huimos. En el trabajo, en el amor y en la amistad, las relaciones dependen de escuchar aquello que puede parecer aburrido, pero que es importante para otro.
Estoy segura de que a todos nos viene a la cabeza una situación en la que he estado con un grupo de amigos y los temas de conversación han girado en torno a los acontecimientos que leíamos en el móvil o a mostrar una imagen. Y que el tema de conversación girara en torno a ella. Incluso peor, que se estuviera llevando a cabo una conversación y alguien (yo misma) dijera; "Espera, ¿el qué?". Las conversaciones entre los amigos "cara a cara" han pasado a ser superfluas, de esta manera, puedo permitirme el "dejar de prestar atención" para atender otros estímulos que ese momento me resultan más atractivos. La capacidad de hacer varias tareas a la vez mediante nuestros dispositivos digitales nos hacen sentir bien de forma inmediata. Lo que nuestros cerebros quieren, es que entren nuevos estímulos: refrescantes, inquietantes y sociales.
Cada vez que comprobamos el teléfono en compañía de otras personas, lo que obtenemos es un chute de estimulantes, una inyección neuroquímica y lo que perdemos es lo que un amigo, profesor, pariente, amante o colega de trabajo acaba de decir, quería transmitir o sentía...